Que pintas tiene Candem

candem 3Continuamos nuestro paseo,  a los lados del Thamesis había puestecitos de comida, de accesorios, de ropa….pero si algo me llamo la atención fue la zona de comida, donde sentarse a comer concretamente, y es que a orillas del  muro que separaba el rio, habían una especie de asientos, donde la gente estaba con lo que se había pedido, disfrutando de esos sabores, esos asientos eran los más originales que había visto nunca, eran los asientos de las vespas, diferentes colores, todos formando parte de la piedra, del entorno, de Candem Town y me moría de ganas de coger algo y sentarme allí, disfrutar de las vistas y la experiencia de comer, sentada en la vespa, anote ese lugar y esa sensación en la lista de “cosas que hacer”

Al otro lado unas escaleras bajaban al rio, poco a poco fuimos descendiendo y encontramos el bar, el maravilloso bar que supondría el cambio de mis días en Londres y todo, por las pintas de Candem.

El bar se llamaba Lloyds, era una especie de bar deportivo, con mesas y taburetes altos para disfrutar y una barra llena de opciones, tiradores, cervezas…ooooh maravillosas

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cervezas Estando en Londres ¿Cómo no iba a pedir una pinta de Guinness? De hecho, fue Frank quien las pidió, recogimos las pintas y fuimos fuera a una mesa redonda, grande y de madera, al pie del río. Le dimos un sorbo a esa maravillosa pinta, no estaba fría, no estaba caliente, más bien diría templada, una temperatura nunca pensada para tomar una cerveza, tenía cuerpo y un sabor amargo, pero estaba realmente buena.

Frank inicio la charla, repasando cosas que habíamos visto, descripciones de gente, vocabulario de moda y ropa, una cosa llevo a la otra y terminamos con una charla muy informal, conociéndonos todos más. En esa mesa éramos 3 españoles, 2 francesas y 2 brasileñas sin contar al profesor que era de Australia.

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Las horas iban pasando, las pintas se iban terminando y rellenando, a medida que la cerveza iba entrando, las charlas se iban desarrollando mas distendidamente, nos íbamos soltando cada vez más, el miedo a equivocarnos se iba disipando y Londres iba sentando cada vez mejor.

Había gente tomándose la pinta a la orilla del rio, otros de pie y andando, eran las 5 de la tarde y la gente parecía con ganas de beber temprano, algo que comenzó siendo curioso resultaría convertirse en una manera de ver los bares llenos a la misma hora, cultura podemos llamarle, pero había que tener en cuenta que en Londres a las 20.00 ya estaba todo cerrado.

La clase había terminado hacía ya bastante rato, pero nosotros seguíamos allí, disfrutando el momento, la bebida y la compañía… pronto habría que volver a casa, esta vez las pintas resultarían ser las causantes de un “progreso” en el contacto con mi nueva familia.

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