Bajamos en la parada de metro de London Bridge, anunciado a bombo y platillo había una especia de atracción de terror, Lala y Camila no parecían muy interesadas en ir, yo sí, si algo me gusta es el Terror, películas o atracciones (preferiblemente películas), pero no iba a ir sola, por lo que simplemente me quede con el folleto a modo de recuerdo.
Continuamos nuestro paseo, básicamente seguíamos la calle como si fuéramos agua cayendo siguiendo la inclinación de la ciudad, íbamos hacia abajo hasta que llegamos a unas escaleras junto a una iglesia. Bajamos las escaleras y pude observar con horror y sorpresa una de las mayores aberraciones de la cocina, había un restaurante que ofrecía Paella, pero no cualquier paella no, ¡PAELLA CON CHORIZO! Tras explicarle a las chicas que eso no es una auténtica paella y como era la paella de verdad, continuamos nuestro camino como huyendo de tal insulto a la cocina mediterránea (pero sin el como).
A nuestra derecha, la iglesia y enfrente de ella un buen trozo de césped donde podías ver a la gente sentada, charlando, bebiendo y comiendo, a nuestra izquierda, puestos de comida para llevar y la entrada a ese maravilloso Borough Market, el cual era una mezcla entre un mercado techado, parcialmente dentro de un recinto con diferentes espacios y puestos en la calle.
Cada puesto ofrecía algo diferente, había un puesto tipo panadería que vendía flores de pan y que como podéis ver, era pan que se había horneado en tiestos; otros vendían paquetes de Chili o jalapeños, productos naturales, Jamones de España, quesos, comidas de diferentes países, era un placer para el estómago y la vista, pues la presentación de cada uno los productos que se vendían era llamativo y original.
Por supuesto, tras andar entre esos puestos nos entró el hambre, y ya que estábamos de ruta turística, que menos que comer algo típico de allí.
Exacto Fish and Chips, vimos un restaurante que lo ofrecía en su menú pero decidimos seguir viendo más lugares que lo sirvieran y elegir dónde cogerlo, pasando un restaurante que parecía tener más glamour que sabor, observamos un puesto callejero que lo ofrecía y decidimos pedirlo allí, podías pedir el pescado que querías pero yo me decidí por el típico: Bacalao, recuerdo que me preguntaron si quería vinagre o no, pero como se comía con vinagre, escogí pedirlo con vinagre, aunque no estaba muy segura de si eso estaría bueno o no.
Nos sirvieron el fish and chips para llevar, y nos dieron unos cubiertos de madera tan tiernos, que me daba hasta penita usarlos, eran pequeñitos pero resultones. En una mesa pegada al puesto podías coger servilletas y extra vinagre además de ketchup. Cogimos todo lo necesario y nos fuimos hacia la iglesia, no pretendíamos rezar ni mucho menos, pero si sentarnos en el césped que habíamos visto anteriormente, relajarnos allí y comer sentadas a lo indio. Y así lo hicimos, nos sentamos en el verde, junto a la gente que allí estaba y comenzamos a comer, para mi sorpresa el fish and chips estaba delicioso, más que delicioso, era un regalo para mi paladar.
Fue una de las mejores sensaciones hasta ese momento, sentada en la hierba, deleitándome con la comida y una buena compañía, me sentía cada vez más cómoda allí, admirando la iglesia, la gente, los animales y las conversaciones. Fue por eso que decidí que no iba solo a disfrutar de esa sensación una sola vez.